Fidel, Ana y Antonio narran su experiencia, cómo afrontan el problema y las herramientas para superarlo con el apoyo de asociaciones específicas
Fidel (Proyecto Hombre): «Mi ilusión esformar una familia y tener trabajo»
Fidel, usuario de la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre, está trabajando para abandonar sus adicciones a sustancias y reinsertarse en la sociedad. Afirma que «mi ilusión es tener el trabajo más humilde posible, la casa más humilde posible y una familia, si puede ser con más de dos o tres hijos, mejor, que dé alegría. La casa más chica y más fea, y la novia más chica y más fea, pero que me quiera y yo la quiera a ella. No quiero nada más».
A sus 29 años de edad, explica que ya ha iniciado dos tratamientos con anterioridad, uno ambulatorio y otro en comunidad. Ahora reside en las instalaciones de Proyecto Hombre. «En la última recaída me dejó mi novia y mi familia me ha rechazado. Estaban cansados de cerca de cuatro años que llevan intentándolo y yo recayendo. Este programa lo estoy haciendo solo», precisa.
Preguntado por sus adicciones, recuerda que comenzó a consumir sustancias más blandas a los 12 años de edad, pero a medida que fue creciendo empezó a probar otras más agresivas e incluso tuvo adicción al juego. «La primera vez pedí ayuda más que nada por el juego, ya era todo. Gastaba todo el sueldo en eso», señala. Entró en Proyecto Hombre hace casi seis años. «Con veintitantos tenía un ritmo de consumo bastante alto y probé sustancias más duras y más adictivas. Ya no podía seguir mi vida con normalidad y pedí ayuda a la familia. Había gente que me rechazaba y los amigos me decían que estaba fatal», explica.
Ahora, la comunidad terapéutica «es bastante exigente, aparte de quitarte el consumo, aprendes muchas otra cosas como habilidades sociales y la gestión de los sentimientos, de cara reinsertarte en la sociedad». Preguntado por el consejo que él daría a personas jóvenes, Fidel reflexiona y apunta que les diría que la droga «no es un juego. De golpe a porrazo, lo puedes perder todo. Yo tenía mi trabajo, mi novia, mi vida y mi piso, y de golpe a porrazo lo puedes perder todo, incluso la vida», insiste.
Ana (Acali): «Cuando empecé en Acali levanté mi cabeza»
«Mi vida ha dado un giro de 180 grados. Yo salía a la calle con la cabeza agachada. Al consumir, haces cosas que no debes. Yo era la vergüenza. En cuanto empecé en Acali (Asociación Cordobesa de Alcohólicos Liberados), comencé de nuevo mi vida y levanté mi cabeza, hasta hoy. Mi vida era un desastre. No tenía orden en nada, ni en alimentación, ni en educación con mis hijos. Para hacer cualquier cosa necesitaba tomar algo. La primera Navidad que pasé sin consumir le dije a mi psicólogo: ‘Es como si hubiera salido de la cárcel’, porque no necesitaba nada», recuerda Ana al ser preguntada por su experiencia de superación de la adicción al alcohol.
Pese a encontrarse en estas circunstancias, mantuvo su trabajo –«soy una persona muy trabajadora», asegura- y ahora «lo disfruto incluso más. Me gusta trabajar, lo disfruto con mis compañeros y mis clientes. Volví a resurgir, estaba en cenizas», subraya. A sus 55 años de edad, explica que lleva cinco años sin probar una gota de alcohol. «Entré muy mal, tocando fondo. Tenía dos hijos de 15 y 12 años de edad, y lo estaban sufriendo. No podía seguir así», comenta.
Preguntada por la imagen de hombres y mujeres ante este problema, Ana opina que «a nivel social, a la mujer se la fustiga más. Es una borracha, la que deja a sus hijos, su casa. El hombre está en el bar alternando con los amigos y a veces parece hasta gracioso. Una mujer casi siempre consume a escondidas», apunta.
Ana opina que «hacerte alcohólico pasa y no te das cuenta», por lo que consultada por la situación de las personas jóvenes, asegura que «me da pánico. Hay muchísimo consumo». En esta línea, apunta que en ocasiones Acali ha recibido a personas de entre 20 y 30 años de edad que «han estados dos veces. No se hacen a la idea de no volver a consumir o piensan que ellos lo controlan. Los enfermos creemos que podemos con la sustancia y no podemos. Hemos perdido la capacidad de controlar», precisa.
Antonio Montserrat (Monitor de LAR): «Los salones de juego buscan a la juventud»
«Hoy en día está muy socializado el tema de los salones de juego. Te ponen muchísimos ganchos, las cosas muy baratas. Los jóvenes van al sitio más económico que pueden. Cuanta más juventud vaya, al final hay un porcentaje que van a enganchar, que es lo que les interesa. Buscan sobre todo la juventud, lo más pronto posible, porque son más años de consumo», detalla Antonio Montserrat, monitor de Ludópatas Asociados Rehabilitados (LAR), al ser preguntado por el acceso de los jóvenes a estos establecimientos. «También es verdad que no está muy controlado, está totalmente prohibido que un menor entre en un salón y entran. Tendríamos que empezar a mirar por qué consienten que menores entren en salones de juego», reivindica
Montserrat, que es guardia civil retirado, ha sido adicto al juego durante 27 años, pero lleva cuatro años en los que «no he vuelto a jugar ni al parchís. Son los más maravillosos de mi vida, porque había perdido muchísimas cosas que no voy a poder recuperar. Los nacimientos de mis hijos no los he visto, mientras mi mujer estaba dando a luz, yo estaba jugando», lamenta. Preguntado por su trabajo con los chavales, señala que «yo se lo digo, ‘Ojo con esto, que fíjate con la tontería del futbolín o la maquinita de los marcianos dónde he terminado yo. Hay cosas muy importantes fuera que no son el juego. Cuando les cuento mi testimonio, muchísimos chavales se reflejan en mí», apunta.
También afirma que «nos gusta hablar mucho con los padres», porque «se han dejado muchísimas cosas. Visitar el parque, buscar actividades con los niños. Nos metemos en la casa y nos refugiamos padres e hijos en las tecnologías. Y al final, salta la liebre. De una tecnología, de videojuegos o cualquier cosa, hay una línea muy fina que te salta cualquier publicidad y cuando se quieren dar cuenta los chavales están metidos en una apuesta deportiva, en una ruleta o una tragaperras on line. Caen en una ludopatía rapidísimo», asegura.