La brecha digital es un nuevo factor de exclusión social

La tecnología avanza rápidamente pero además es cada vez más compleja y esto sí representa un nuevo problema. Precisamos más tiempo y dedicación para comprender los nuevos escenarios que se nos presentan, con el agregado de que si las usamos sin la preparación adecuada nos ubicamos en una posición de vulnerabilidad.

Un jubilado se rebela contra los bancos y exige atención humana.

Carlos San Juan de Laorden es el nombre de un español de 78 años, de profesión cirujano que inició una campaña en Charge.org para que los bancos presten servicios adecuados a las personas mayores de edad. El nombre de la campaña es “Soy mayor, No Idiota” y lleva acumuladas más de 600 mil firmas.

La petición comienza con un categórico “Tengo casi 80 años y me entristece mucho ver que los bancos se han olvidado de las personas mayores como yo. Ahora casi todo es por Internet… y no todos nos entendemos con las máquinas. No nos merecemos esta exclusión. Por eso estoy pidiendo un trato más humano en las sucursales bancarias.

Esta campaña está teniendo una repercusión social muy amplia, posiblemente porque Carlos San Juan alzó la voz contra una realidad que existe y que nos está afectando a todos, más viejos o más jóvenes nos está resultando muy difícil seguirle el ritmo a las mudanzas tecnológicas.

Como dije, esto es un asunto que afecta a todos. El último informe de Cáritas y la Fundación Foessa (2022) indica que la brecha digital se ha convertido en un nuevo factor de exclusión social. Este reporte, en sus casi 700 páginas, brinda una radiografía de lo que es y será el mundo pos Covid-19. Justamente en su capítulo 8 titulado “Brecha digital: reproducción virtual de las desigualdades sociales” habla del analfabetismo del siglo XXI, agravado por la pandemia del Covid-19 y la aceleración e intensificación de la digitalización. Observen que no estamos hablando de un fenómeno nuevo, sino de una situación existente agravada por la pandemia.

En este informe se dice que un 35% de la población se siente afectada por lo que se denomina apagón digital. Este fenómeno así designado expresa dos problemas. Por un lado, el hecho de no disponer de la tecnología apropiada, por ejemplo teléfonos celulares que requieren cada vez más memoria y velocidad de procesamiento o por no contar con una velocidad de internet necesaria para que los aplicativos funcionen correctamente. Por el otro, la falta de conocimientos para manejar con seguridad –refiriéndome a la seguridad informática y no a la confianza– y solidez las nuevas tecnologías.

Un problema que afecta a todos

Como dije esta campaña tuvo una gran repercusión social posiblemente porque la brecha digital es un problema que nos afecta a todos. Conlleva que las personas, de por sí ya excluidas, pierdan oportunidades laborales, de formación técnica o profesional o incluso ayudas económicas o sociales de los gobiernos. Es decir, el asunto requiere acciones inmediatas.

La tecnología avanza rápidamente y eso no es novedoso. Pero además es cada vez más compleja y esto sí representa un nuevo problema. Precisamos más tiempo y dedicación para comprender los nuevos escenarios que se nos presentan, con el agregado de que si las usamos sin la preparación adecuada nos ubicamos en una posición de vulnerabilidad. Esto es lo que le ocurre a Carlos San Juan como a muchos de nosotros.

Carlos es cirujano, por lo que tiene educación y formación profesional. Aun así se siente excluido y con dificultades para usar las tecnologías. Se cansó de no poder hacer las cosas por sí mismo, y de ser tratado como idiota cuando pedía ayuda en los bancos. Eso justifica el nombre de la campaña, “Soy mayor, No idiota”.

Las soluciones para el caso parecieran reducirse a dos opciones. O las empresas ofrecen la capacitación necesaria a sus usuarios, o mantienen personal humano que asista a los clientes que no quieran o no puedan usar las tecnologías ofrecidas. En cualquiera de los dos casos los bancos o empresas deben mantener en sus planteles personas y ahí radica, pareciera, el verdadero problema. Cuando el único propósito de usar las tecnologías es reducir planta y aumentar el lucro la ecuación no cierra para la sociedad.

La brecha digital en la revolución 4.0

Desaparecen los billetes, pero también las tarjetas

Para comprender la dimensión del problema y del mundo que se viene podemos ver el caso de Suecia. En ese país únicamente el 1% de la economía se moviliza en billetes, la mitad de las sucursales bancarias no aceptan depósitos en dinero y estudian la eliminación de los cajeros automáticos por falta de uso.

Entre los jóvenes de 18 a 24 años el 95% realiza las transacciones a través de swish, una aplicación digital de pagos. El gobierno lanzó su propia criptomoneda e-Krona. Ello sin contar que para muchos jóvenes, implantarse un chip para realizar pagos entre otras funcionalidades no es cosa de otro mundo, por el contrario ya son miles que los tienen en sus manos.

Esta realidad está muy distante de la de Carlos San Juan, pero también está muy alejada de la de muchos de nosotros. Yo no me siento confiado usando aplicativos bancarios en mi celular, y por el otro lado para agravar más las cosas las empresas no ofrecen la más mínima seguridad informática. Tampoco los bancos tienen una actitud responsable cuando se roban los saldos bancarios, se piden préstamos con identidad falsa, o directamente se “pierden” las claves y cuanta información bancaria en manos de los delincuentes. Eso solo para no meterme en el tema de la trazabilidad de las operaciones digitales y la desprotección total de nuestros datos personales.

Estoy convencido que la clave para resolver estos problemas es la educación, y lamentablemente por más que no les guste a las empresas de servicios, si se aprovechan de nuevas tecnologías deben capacitar a sus usuarios, de cualquier edad, para que las puedan usar correctamente. Podemos aceptar las innovaciones tecnológicas pero no por ello nos deben llevar por delante.

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