Isidro Catela: «La adicción a las pantallas se puede atajar, para que no nos matemos por hacernos un selfie»

 

Isidro Catela es periodista y colabora con medios como Radio Televisión Española (RTVE) y Cadena COPE. También tiene tres hijos, uno de ellos adolescente.

Ha sido el contraste entre estos dos hechos –la necesidad de estar pendiente del móvil permanentemente y la obligación de «dar ejemplo» de cómo usarlo sin que se convierta en una obsesión– lo que le ha impulsado a escribir ‘Me desconecto, luego existo: propuestas para sobrevivir a la adicción digital’ (Ediciones Encuentro, 2018).

Para llevar una vida sana hoy en día, el autor propone hacer una dieta digital: descubrir cuánto tiempo pasamos cada día en Internet y en qué invertimos nuestras horas frente a la pantalla y, a partir de ahí, poner límites a nuestro uso.

El objetivo no es rechazar utilizar del móvil, sino, en palabras del propio Isidro, evitar entrar en «una espiral donde pretendemos estar conectados constantemente, espiral que termina fagocitando nuestra propia vida».

En Europa Press, hemos charlado con él sobre la necesidad de tener espacios ‘sin conexión’, el narcisismo en las redes sociales y hacia dónde va este mundo tan conectado.

— ¿Por qué usa terminología relacionada con las adicciones para referirse al uso que se hace hoy de la tecnología?

Me parece que cuanto antes acertemos con el diagnóstico, mejor. Durante muchos años, se ha dicho que las adicciones son a sustancias o a conductas, como la ludopatía. Pero ya se le empieza a poner un nombrea este ‘enganche’ a las pantallas.

En Madrid, por ejemplo, se ha abierto la primera unidad de adicciones digitales para adolescentes y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya reconoce explícitamente la adicción a videojuegos. Nombrar algo es el primer paso para empezar a solucionar un problema que tiene fácil arreglo, ya que para la mayoría de los mortales todavía no es muy grande.

— Hablar de cómo la juventud está ‘enganchada’ a Internet, ¿no responde a una brecha generacional?

En el libro incido en que esta adicción a las pantallas no es exclusiva de los adolescentes. Lo que sucede es que, como en cualquier otra adicción, esta tiene más probabilidades de afectar a las personas vulnerables, y la adolescencia es una etapa de la vida en la que somos especialmente sensibles a este tipo de ‘enganches’.

También hay otras etapas. Además, cada persona es un mundo. A lo mejor pasamos una mala racha o tenemos en general situaciones en las que se nos abre esa brecha que nos pide este tipo de ‘enganches’.

— ¿Qué podemos hacer para no dejarnos dominar por las pantallas?

Plantearse esa pregunta ya supone que sospechemos que algo no va muy bien en nuestra vida. Según mi opinión, lo primero que deberíamos hacer sería es contrastar con nosotros mismos, con otra persona o con una ‘app’ móvil (en el libro menciono unas cuantas) cuál es nuestro consumo en cantidad y en calidad.

Es decir, ¿cuánto tiempo pasamos diariamente ante las pantallas? A veces hay una distancia muy grande entre lo que creemos que consumimos y lo que estamos consumiendo realmente.

Esto hay que compararlo con la calidad. ¿Qué es lo que estamos viendo? ¿Para qué lo estamos viendo? Y, sobre todo, ¿cuál de nuestros consumos está distorsionando directamente otras actividades que realizamos?

Y es que, ¿cuántas veces no nos hemos visto navegando sin orden ni concierto, perdiendo el tiempo de una ventana en otra ventana y nos ha distraído del objetivo que teníamos en mente en un primer momento?

Yo también pensaba que tenía muchas urgencias y después de haber hecho este proceso, tengo la mitad, y todavía me parecen muchas.

— ¿Qué le diríais a los que se defienden diciendo que están pendientes del móvil todo el rato por trabajo?

Yo también he pasado por eso. Soy periodista de profesión y de vocación, aunque ahora esté más dedicado a la universidad. A veces nos engañamos a nosotros mismos y entramos en una espiral donde pretendemos estar conectados constantemente, espiral que termina, como explico en el libro, fagocitando nuestra propia vida.

No es incompatible atender el móvil con tener nuestros espacios personales libres de conexión, al menos de forma moderada. Tenemos familia o querremos formarla, o al menos tendremos como objetivo tener relaciones sociales sanas. Llegará el momento en el que nos daremos cuenta de que no todo gira en torno a la vida laboral y que ese es un desequilibrio que no nos hace ningún bien.

— En el libro, enmarca la adicción a las pantallas en la sociedad postmoderna en la que vivimos. ¿Estamos más conectados entre nosotros que antes, o menos?

Me parece que la tecnología nos proporciona la posibilidad de estar más conectados de entrada, pero nos dificulta las relaciones profundas.

A mis alumnos siempre les planteo esta pregunta, ¿de los contactos que tenéis en las redes sociales, cuántos son amigos de verdad? Tenemos que ser listos y utilizar la tecnología como gancho, para que propicie más relaciones humanas sin que medie la pantalla.

— ¿Somos más narcisistas hoy en día?

Nuestra época tiene acentos particulares, pero el narcisismo no es un fenómeno nuevo. Ya en la época clásica la gente se enterraba con un espejo, es algo que forma parte de la naturaleza humana.

Aunque también es verdad que la tecnología ha cambiado determinadas maneras de mostrarlo. Por ejemplo, hace un mes que estaba en Roma, en una audiencia en la Plaza de San Pedro con el Papa. Era curiosísimo ver desde arriba, desde la zona del altar, como la gran mayoría de los asistentes lo que se hacía era un autorretrato, con el Papa en segundo plano. Los primeros eran ellos. Hemos pasado de enfocar al Papa a que el foco ya no sea él, sino nosotros.

— ¿Es Internet un cambio de paradigma?

Sí, primero porque no creo que sea un medio al uso, sino un lugar en el que pasamos mucho tiempo: estamos viendo a gente que vive perfectamente en su zona virtual, que es su zona de confort.

Segundo, porque se han producido sinergias brutales con respecto a los otros medios. Internet los aglutina, los modela y los cambia. Eso es lo que hace también que, por ejemplo, las adicciones se vean potenciadas por el mismo ‘enganche’ digital: las apuestas online, la pornografía en red, las compras, etc.

— ¿Qué piensa de movimientos como el ‘Me Too’ y la Primavera Árabe, que han surgido de las redes sociales?

Es muy interesante que movimientos que hasta ahora eran insospechados, puedan aprovechar la parte buena del altavoz que es Internet, pero también hay riesgos, como las famosas ‘fake news’, es decir, cribar lo que es verdadero de lo que es falso de todo lo que encontramos por Internet.

Tenemos que dar a estos movimientos un poco de perspectiva. Me parece que hay mucho de bueno en que, por lo menos al principio, hayan sido propiciados por las nuevas tecnologías. El problema es discernir –y esto solo lo va a dar el tiempo– si verdaderamente es un movimiento de calado, o, como pasa con otros aspectos de Internet, es un poco mucha cáscara y poca nuez. De todos modos, no creo que me pille los dedos diciendo que van a surgir más en esta misma línea.

— ¿Hacia dónde va a ir el mundo, hacia una sociedad más obsesionada con las pantallas o menos?

Me muestro moderadamente optimista y creo que se va a equilibrar, aunque también soy capaz de ver la botella medio vacía. Me parece que la adicción van a aumentar, pero que al mismo tiempo van a aparecer contrapesos. Después de todo, no dejamos de estar en el principio de una revolución enorme que no solo es tecnológica, sino que ha modificado hasta nuestra maneras de pensar, de trabajar, de relacionarnos con los demás, etc.

Las distopías a lo ‘Black Mirror’ están muy bien a los que nos gustan las series, pero la mayoría de nosotros no vamos a acabar siendo así. Lo que tenemos es un problema creciente de salud pública que se pueda atajar, para que no nos pasen cosas absurdas como aquellos que mueren porque wasapean conduciendo o los que se matan por hacerse un autorretrato al borde de un precipicio.

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