Los especialistas advierten de la normalidad con la que se trata la especulación con este tipo de divisa en personas cada vez más jóvenes
«Si en la calle o en nuestro grupo de amigos nos estan diciendo que vamos a ganar, ¿a quién no le amarga un dulce? El problema viene cuando pierden y todos callan». Es la amarga realidad de las adicciones que los profesionales tratan desde hace años en personas cada vez más jóvenes. La fiebre por las apuestas deportivas y los salones de juego como espacios de socialización ha dado paso a un nuevo fenómeno al alza, el de las criptomonedas, que no deja de ser «el mismo perro con distinto collar», con la misma permisibilidad social y el mismo objetivo: conseguir dinero rápido.
Así lo explica a ABC Consuelo Tomás, especialista en psicología clínica y directora del Instituto Valenciano de Ludopatía y Adicciones No Tóxicas, el primer centro en España que trata el enganche a especular con una divisa -por ejemplo, los bitcoins- que nadie controla y cuyo valor fluctúa según la demanda del mercado.
El problema reside en que no son inversores los que, tras hacer un análisis racional, fijan una cantidad de dinero para obtener un rendimiento a medio plazo. El negocio de las criptomonedas se ha colado en las conversaciones del día a día de jóvenes de entre 20 y 25 años, incluso por debajo de esas edades. Son, junto a la franja de 30 a 50, los que peor parados quedan en un escenario basado en impulsos descontrolados.
«Si alguna vez ganan, lo magnifican y creen que han descubierto la gallina de los huevos de oro, pero no son conscientes de que pueden perder el 100% del capital invertido. Cuando hay pérdidas, en lugar de asumirlo, se engañan a sí mismos pensado que van a ser capaces de recuperarlas en un periodo de tiempo corto», señala.
En ambos grupos, la normalidad que se le ha dado a nivel social, como ocurrió con las apuestas, ejerce un papel clave, según esta experta con treinta años de experiencia. «No se ve de la misma manera a una persona jugando a las tragaperras en un bar, que cuando lo hace en un casino», apunta Tomás.
En este caso, además, «añadimos que hay un prestigio y una valoración hacia la persona que está invirtiendo en criptomonedas porque se le dota de cierta inteligencia y conocimientos financieros», aunque la realidad es que no se cuenta con formación y la información que tienen está sesgada. «El éxito se lo atribuyen a sus estrategias y conocimientos. Sin embargo, cuando se pierde, se achaca a factores externos», subraya.
Una espiral de excusas y autoengaños que en ocasiones lleva a los pacientes a gastarse lo que no tienen y que cuenta con un fuerte aliado -con el que no contaban antes la mayoría de juegos de azar-, que se ha hecho más fuerte tras el confinamiento. Internet facilita el anonimato y la conexión a cualquier hora o lugar, por lo que «la mayoría de las veces todo ocurre con el absoluto desconocimiento de los familiares».
La incursión en los videojuegos
No solo se trata de hacer operaciones de compraventa. Los adictos invierten mucho tiempo en ver cómo van las cotizaciones o en leer noticias financieras. «Eso les genera una afectación también en los patrones de sueño: se acuestan muy tarde o se levantan muy temprano. Hay una interferencia muy importante en los estudios o en el trabajo que hace que el deterioro de la vida personal cada vez vaya a más. La falta de atención y concentración hace que desatiendan sus obligaciones. No descansan. Su mente continuamente está ocupada en el mundo de las criptomonedas. Cuando ganan, quieren más. Cuando pierden, quieren recuperar el dinero invertido. Todo está asociado a una falta absoluta de control», indica Tomás.
A parte de los riesgos materiales, la persona se acaba sometiendo a un vaivén emocional «tremendo», que puede sumirle en un cuadro de ansiedad y depresión. De ahí la importancia de la detección precoz, de limitar la publicidad -como se ha hecho con las apuestas deportivas- y de formar a profesionales para afrontar un problema que cuesta reconocer y que los propios interesados minimizan hasta que inician la terapia. En el proceso de recuperación, cuenta la psicóloga, es crucial el papel de la familia.
«No se trata de ir en contra, sino de tener en cuenta que tienen un potencial adictivo muy elevado, por lo que hay que actuar en función de la lógica y la responsabilidad. Como todo en la vida, depende del uso que le damos a las cosas». No obstante, advierte Consuelo Tomás, el escenario al que se enfrentan los especialistas se está complicando con la incursión de las criptomonedas en los videojuegos, el modelo llamado «Pay-to-Earn». El jugador puede comprar ‘tokens’ que canjea por herramientas o ventajas que le permiten avanzar de nivel. El premio final: más ‘tokens’ con los que no cerrar nunca el círculo.