La cocaína es un poderoso estimulante, extremadamente adictivo, que se emplea casi siempre como droga recreativa. Proviene de la hoja de coca y comenzó a volverse muy popular durante los años ochenta. En su forma natural de arbusto se consume desde hace miles de años en los pueblos originarios de América.
Su forma química pura es el clorhidrato de cocaína, una sustancia elaborada en laboratorio desde hace más de 100 años. A comienzos del siglo XX este compuesto era el principio activo de varios elíxires y tónicos que se empleaban con fines medicinales. Actualmente se sigue utilizando como anestésico para cirugías de garganta, oídos y ojos.
La cocaína también fue empleada como componente de varios refrescos. El más conocido de ellos es la “Coca-Cola”. La fórmula original de la bebida emblema de esa marca, contenía hasta 8 miligramos de cocaína por litro. Sin embargo, esta droga comenzó a volverse impopular por sus graves efectos y Coca-Cola la retiró de su receta en 1903. En 1914 se convirtió en una droga ilegal.
Actualmente es difícil encontrar la cocaína en su forma químicamente pura. Esta es mezclada con algunas féculas, talcos, azúcar u otros elementos. En la venta callejera, la sustancia recibe diferentes nombres como “perica”, “nieve”, “dama blanca”, “talco” o simplemente “coca”. En inglés se le dan nombres como “blow”, “flake”, “coke” o “snow”.
El clorhidrato de cocaína
Como ya lo indicamos, su forma química pura es el clorhidrato de cocaína. Aunque los niveles de pureza de esta varían dependiendo de la manipulación que se haga de ella. La cocaína de mayor calidad alcanza hasta un 98% de pureza y es conocida con el nombre de “Yen” en el mercado negro. Es la más costosa y tiene una apariencia más blanca y brillante que las demás.
El clorhidrato viene en forma de polvo. Se estima que la cocaína en polvo que se expende en las calles normalmente tiene entre un 5% y un 40% de pureza. A veces se le mezcla con sustancias muy peligrosas como anfetaminas o ciertos anestésicos. La cocaína en polvo normalmente se aspira o “esnifa”. Sin embargo, también es frecuente que se inyecte.
Hay diferentes variedades de “cocaínas blancas” de mediana o baja pureza. La más popular es una conocida como “tiza”. Se le llama así porque tiene un color blanco grisáceo y poco brillo. Esta variedad es altamente euforizante. También hay otra categoría a la que se le da el nombre de “cocaínas amarillentas”. Lo más característico de estas es su fuerte olor a gasolina o queroseno. Son las más potentes de todas.
Otros tipos de cocaína
La cocaína también se encuentra en forma de “base”. Es la que se conoce popularmente como “crack”. Su consumo comenzó a extenderse cuando las autoridades activaron fuertes restricciones a los químicos necesarios para obtener clorhidrato de cocaína. Esto hizo que el precio del mismo subiera a niveles inalcanzables para muchos consumidores. Situación que provocó la comercialización de la base, que es hasta 15 veces más barata.
El crack es una mezcla de clorhidrato de cocaína y otros químicos como amoniaco, éter y bicarbonato de sodio. Normalmente se fuma en pipa y sus efectos son mucho más severos que los del clorhidrato de cocaína. También es potencialmente más adictivo e incrementa el riesgo de muerte. Le llaman “crack” por el sonido que hace al triturarse.
Otra modalidad de esta droga es el llamado “basuco” o pasta de coca, al que también se le llama “sulfato de cocaína”. Esto se debe a que hasta el 50% de esta sustancia es un sulfato. Durante su elaboración se emplean componentes sumamente tóxicos, como el metanol o el ácido sulfúrico. Usualmente se combina con marihuana o tabaco y se fuma.
Tanto el crack como el basuco producen un efecto tipo “flash”. Esto quiere decir que es rápido y muy potente. Por esta razón, los adictos se ven en la necesidad de consumir varias dosis sucesivas, para prolongar el efecto. Ambas poseen un alto riesgo de producir sobredosis.
Los efectos de la cocaína a corto plazo
Los efectos de la cocaína aparecen casi inmediatamente después de consumirla. A veces duran unos minutos y otras alcanzan una hora. La sustancia provoca sensaciones de euforia y gran vitalidad. El consumidor se siente mentalmente alerta y agudiza sus percepciones sensoriales, especialmente en la vista, el oído y el tacto.
Es habitual que la cocaína disminuya la necesidad de comer y dormir. Algunos consumidores señalan que la droga les ayuda a realizar sus tareas a una velocidad mucho mayor. Otros, en cambio, perciben que los ralentiza.
La duración y la intensidad del efecto dependen del tipo de cocaína que se consuma y del método que se emplee para ingerirla. Cuanto más rápida sea la absorción, más elevada será la intensidad del efecto, pero también más corta. A veces aparecen sensaciones de desasosiego, angustia e irritabilidad. También son frecuentes los espasmos, la paranoia y los vértigos.
Desde el punto de vista orgánico, la cocaína altera el ritmo cardiaco y puede provocar dolor de cabeza, dolor abdominal y vómitos. Si hay sobredosis, el consumidor puede tener convulsiones, accidentes cerebrovasculares o caer en estado de coma. No es común que se presente muerte súbita, pero sí que se produzcan paros cardiacos que conduzcan a la muerte.
Efectos a largo plazo
El principal efecto de la cocaína a largo plazo es una severa adicción. Como el potencial adictivo es sumamente alto, no es posible que una persona pueda predecir hasta qué punto llegará a necesitar la droga después de la primera vez que la consume. Hay también un alto riesgo de recaída cuando se deja de ingerirla. Esto sucede incluso varios años después de abandonar la droga.
El cerebro se adapta al consumo de cocaína. Esto significa que la sensación de gratificación es cada vez menor. Por eso, el adicto debe tomar dosis más altas o más frecuentemente para obtener la misma sensación placentera de las primeras veces. Con el tiempo, comienzan a incrementarse los efectos molestos de la droga como la sensación de angustia, la paranoia o las explosiones de ira.
En los casos más graves se pierde el sentido de la realidad por largos lapsos. Aparecen alucinaciones, principalmente auditivas, y se puede caer en un estado de psicosis paranoica.
La cocaína fractura y destruye la personalidad y provoca que la vida del consumidor gire en torno a ella.
Las imágenes de resonancia magnética demuestran que en el cerebro de un adicto a la cocaína hay disminución de los receptores de dopamina. La consecuencia de esto es que la persona se va volviendo incapaz de experimentar sensaciones gratificantes de forma natural.
El futuro de un adicto
Es muy difícil predecir cuál será el destino de una persona adicta a la cocaína, ya que esto depende de muchos factores e incluso del azar. Mientras se mantenga el consumo, el riesgo de muerte aumenta progresivamente. También los daños en la personalidad y las relaciones con los demás.
En la actualidad, se están realizando ensayos con diversos tratamientos farmacológicos, pero ninguno de ellos ha pasado todas las pruebas.
Ahora bien, salir de la adicción no es nada fácil. Por lo tanto, lo mejor siempre es prevenir. La cocaína no es una droga para probar por curiosidad o por vivir una nueva experiencia. Un solo consumo tiene el potencial de desencadenar una serie de situaciones que, a la larga, podrían terminar convirtiéndose en una tragedia.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico para los adictos a la cocaína sigue en pleno desarrollo. Todavía no se ha encontrado la solución definitiva pero sí algunas encimas que pueden ser de bastante utilizad. El equipo de Salazar-Juárez (2016) arroja luz sobre el hallazgo de resultados prometedores. Encimas como BChE, COCH y CoCe bacteriana se han mostrado capaces de disminuir de forma significativa los niveles de dosis. Esta disminución se produciría tanto a niveles en sangre como en el cerebro.
Estas enzimas se han mostrado muy eficaces en casos de sobredosis, por lo que sería una herramienta muy eficaz para los equipos de emergencia. De esta forma se podrían disminuir los efectos letales. Estudios en animales también han mostrado que estas enzimas tienen potencial para desactivar velozmente la cocaína y desarrollar un tratamiento efectivo para la evitación recaídas y mantener la abstinencia.