El fenómeno del chemsex, tal como hoy es conocido, no habría sido posible pocos años atrás. Aplicaciones como Grindr, Tinder, Wapo, Scruff y Gay Romeo o redes como WhatsApp, Twitter, Instagram y Facebook permiten establecer contactos entre personas con una facilidad e inmediatez impensables hace tan sólo cinco años. A su vez, los expertos valoran la importancia capital de estos canales para informar sobre los riesgos y contribuir a la prevención en públicos a los que no se puede llegar de otra manera.
“Antes, estábamos acostumbrados a escuchar hablar sobre cuartos oscuros o saunas en las relaciones sexuales en grupo, pero ahora el desarrollo tecnológico ha permitido socializarlas; es decir, yo realizo en mi casa una reunión y basta una aplicación en la que hago una convocatoria para que varias personas vengan”, reconoce Jesús Troya, médico especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Infanta Leonor de Madrid. Troya se refiere al chemsex, un término que surge de la fusión de las palabras ‘chems’ (‘chemicals’, es decir, drogas) y ‘sex’ (sexo), y que indica el uso de drogas psicoactivas (mefedrona, GHB/GBL, metanfetamina) antes o durante las prácticas sexuales. Es una práctica que se da, principalmente, entre colectivos como hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH).
Según los expertos, desde 2003 el uso de drogas en el ámbito sexual ha aumentado considerablemente. Pero es en 2016 cuando esta práctica se dispara debido al fácil acceso a las aplicaciones. Un informe del Ministerio de Sanidad elaborado en 2020 (‘Abordaje del fenómeno del chemsex’, de la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida) incide en la vinculación entre el aumento del chemsex y el uso de las aplicaciones de contactos HSH basadas en tecnologías de geolocalización: “Estas tecnologías facilitan enormemente la búsqueda de nuevas parejas sexuales a cualquier hora del día durante toda la semana (…). Las evidencias muestran que hay usuarios que utilizan aplicaciones para buscar parejas sexuales con las que compartir sesiones o para comprar, vender o compartir sustancias”, se recoge en el documento.
Como indica el doctor Troya, la realización de estas sesiones chemsex ya no se limita a ambientes marginales. La disponibilidad de aplicaciones al alcance de todos facilita participar en este tipo de reuniones en muy poco tiempo. Según un estudio que se realizó en 2016 en 22 hospitales de la Comunidad de Madrid de la mano del Grupo de Estudio del Sida (GeSIDA), quienes practican estas sesiones tienen un perfil joven —unos 35 años—, título universitario —en más de un 60% de los casos— y salarios de más de mil euros.
La facilidad que permiten las aplicaciones para organizar encuentros es otro de los aspectos que destaca el informe del Ministerio de Sanidad, donde se recoge que, “para muchos, las aplicaciones son ya la vía más habitual para buscar sexo o conocer otros hombres, desplazando de esta manera a los espacios tradicionales de encuentro en este colectivo. Tal es así, que se han convertido en un duro competidor para los locales de ambiente tradicionales, y algunas fuentes les atribuyen ser uno de los elementos que están detrás del cierre de muchos de estos negocios”.
Alejandro Bertó, de la asociación Adhara, no culpa a las redes sociales. “Yo no veo nada malo en que las redes sociales hayan abierto la posibilidad de facilitar que las personas mantengan relaciones sexuales de forma esporádica y con diferentes personas, porque el sexo está para disfrutarlo como cada uno quiera”. Pero matiza: “Lo importante es ser consciente de los riesgos, tener información para ser responsable de tu propia salud sexual. Quienes practican chemsex tienen que saber que cuentan con nuestra ayuda en caso de que el consumo se convierta en algo problemático. Porque también hay que tener en cuenta que utilizar sustancias en contexto sexual no siempre tiene por qué ser algo problemático”.
“Yo no veo nada malo en que las redes sociales hayan abierto la posibilidad de facilitar que las personas mantengan relaciones sexuales de forma esporádica y con diferentes personas, porque el sexo está para disfrutarlo como cada uno quiera. Lo importante es ser consciente de los riesgos, tener información para ser responsable de tu propia salud sexual”
ALEJANDRO BERTÓ
ADHARA
En la misma línea se expresa Jorge Garrido, director ejecutivo de Apoyo Positivo. Para Garrido, “el riesgo lo conlleva la práctica, no una red social en sí o una persona”. “No hay grupos de riesgo igual que no hay aplicaciones ni redes sociales de riesgo ante el VIH u otras ITS. Pero si una persona no tiene las herramientas necesarias y participa de espacios de socialización más vinculados a los contactos sexuales, puede acabar exponiéndose a determinadas prácticas que lleven a esos riesgos. De ahí la importancia de intervenir en ellos y adaptar mensajes para que se disfrute de nuestra sexualidad, pero con las herramientas adecuadas”, explica.
“No se puede diseñar una intervención en chemsex sin tener en cuenta la importancia de espacios de comunicación tecnológica como las aplicaciones de contacto. Se deben incluir como lugares para sensibilización e información, al igual que otras redes”
JORGE GARRIDO
APOYO POSITIVO
Garrido sí tiene claro que algunas de estas aplicaciones, están íntimamente ligadas al chemsex, o relacionadas con el uso sexualizado de drogas. “Eso condiciona su desarrollo y práctica, y forma parte del círculo problemático de esta práctica sexual que puede exponer a una persona a mayores riesgos frente al VIH y ante otras infecciones”, añade.
Riesgos vinculados al chemsex
El doctor Troya destaca que la combinación de sexo, drogas y redes sociales hace necesario que se preste una especial atención a lo que considera un grave problema de salud pública. «Esto es un problema lo suficientemente grave como para que haya apoyo institucional de primera mano, como se hizo antaño con el programa de la toxicomanía por la adicción a la cocaína o la heroína. Aquí, hay una práctica que puede verse como un divertimento social, pero que en muchas ocasiones se convierte en un problema sanitario», advierte. Alejandro Bertó es más explícito aún: “Actualmente, en España, por mucho grupo de trabajo que haya creado el Ministerio, por muchos informes que se elaboren, ninguna administración pública ha puesto en marcha un programa de atención a la población que practica chemsex. Las únicas atenciones que recibe esta población vienen por parte de asociaciones como Barcelona Checkpoint, Apoyo Positivo o nosotros en Adhara, pero muy poco más”.
Muchos de los casos que diagnostica Jesús Troya han estado ligados a fiestas «chemsex». La mayoría de las veces los pacientes que acuden a su consulta dan positivo en sífilis, gonorrea, clamidia, hepatitis y VIH, ya que el 90% de estas prácticas se hacen sin preservativo. El facultativo del Infanta Leonor asegura, que el chemsex suele generar una dependencia muy peligrosa: en muchas ocasiones los pacientes acaban totalmente desestructurados, pierden el trabajo, acaban con problemas familiares, en la calle e, incluso, “en algunas ocasiones intentan suicidarse”.
“Antes, estábamos acostumbrados a escuchar hablar sobre cuartos oscuros o saunas en las relaciones sexuales en grupo, pero ahora el desarrollo tecnológico ha permitido socializarlas”
JESÚS TROYA
MÉDICO ESPECIALISTA EN ENFERMEDADES INFECCIOSAS DEL HOSPITAL INFANTA LEONOR DE MADRID
La práctica del chemsex se ha incrementado con la Covid 19. Aunque no hay datos oficiales de cómo la pandemia ha podido influir en la realización de este tipo de prácticas de riesgo, la psicóloga y sexóloga Alba Alonso, que trabaja con la ONG Imagina Más, asegura que se ha disparado y que se han modificado los patrones de consumo. Antes de la pandemia, estas prácticas se centraban en los fines de semana, “pero ahora muchos usuarios nos cuentan que tienen ese consumo también entre semana». El cambio de modelo ha sido causado por los meses de confinamiento y por las facilidades que, en este escenario de no contacto físico, ponen las redes sociales y las aplicaciones.
“Con la pandemia, el chemsex se ha disparado y se han modificado los patrones de consumo. Antes, estas prácticas se centraban en los fines de semana, pero ahora muchos usuarios nos cuentan que tienen ese consumo también entre semana”
ALBA ALONSO
PSICÓLOGA Y SEXÓLOGA, ONG IMAGINA MÁS
Este tipo de reuniones y prácticas se siguió realizando incluso en los primeros meses del confinamiento más duro, reconoce también Jesús Troya. «Durante los primeros meses de pandemia había gente que te mandaba un correo electrónico para preguntar por la posibilidad de venir al hospital porque tenía diversas enfermedades de transmisión sexual», comenta.
Parte de la solución
Pero las redes no sólo han servido para fomentar el chemsex. Para Bertó, las redes sociales forman parte de la solución: “Creo que nos permiten llevar información necesaria a las personas que lo practican”. El portavoz de Adhara no cree que haya una vinculación entre los nuevos casos de infección y las redes. “De hecho, creo que han permitido diseminar más las herramientas de prevención, incluida la PrEP, cosa que no han hecho el Ministerio o los políticos, para que cada uno elija qué quiere hacer”.
De igual manera se expresa Jorge Garrido, para quien, las redes e internet “han aportado mucho más al conocimiento del virus y a la lucha contra su estigma que las actitudes de muchos profesionales que lo abordan, que el discurso de muchos medios, incluso especializados, y que la ausencia de educación sobre el VIH en nuestra sociedad”. El director de Apoyo Positivo subraya que las redes son, sin duda, espacios clave para trasladar mensajes informativos, preventivos y dar acceso a servicios especializados, “concretamente en fenómenos como el chemsex”. “Y, básicamente, porque algunas aplicaciones han sido parte esencial en la construcción de éste”. Garrido lo tiene clarísimo: “No se puede diseñar una intervención en chemsex sin tener en cuenta la importancia de espacios de comunicación tecnológica como las aplicaciones de contacto. Se deben incluir como lugares para sensibilización e información, al igual que otras redes”.
Reyes Velayos, presidenta de la Coordinadora Estatal del Sida (Cesida), destaca que “las redes sociales son muy importantes para poder lanzar campañas para la reducción de riesgos y daños en chemsex, y para que las personas que lo practican conozcan que hay entidades que pueden ayudarles”. “Sexo casual es sexo casual. Cuando no había redes sociales no había tanta posibilidad de conseguir relaciones sexuales anónimas y rápidas, pero precisamente estas redes sociales también nos permiten llegar a más población para trasladar nuestras intervenciones preventivas”, apunta.
“Las redes sociales son muy importantes para poder lanzar campañas para la reducción de riesgos y daños en chemsex, y para que las personas que lo practican conozcan que hay entidades que pueden ayudarles”
REYES VELAYOS
PRESIDENTA DE LA COORDINADORA ESTATAL DEL SIDA (CESIDA)
Para Garrido, el problema viene a veces de las propias aplicaciones de contacto sexual, donde no siempre es fácil acercar esa información, además del condicionamiento del coste que supone colocar mensajes en las aplicaciones. “Poco a poco, hay iniciativas en algunas aplicaciones para mejorar el acceso a esa información, incluso espacios de promoción de testing, servicios, información en diversidad, etc., pero todavía queda mucho por hacer”, destaca.
“Seguiremos viendo la paja en la red social ajena, pero no veremos nuestra responsabilidad, individual y como sociedad, de informar de forma veraz y no perpetuar prejuicios, ni de relacionarnos según valores como el respeto, la empatía, la solidaridad, la compasión y la equidad, tanto en redes sociales como cara a cara”, concluye.