Tres cordobeses jubilados, al frente de asociaciones para ayudar a mayores y a enfermos, cuentan por qué siguen en sus puestos.
En la provincia de Córdoba según datos del INE, un 19,69%de la población es mayor de 65 años, y la Seguridad Social refleja que cuenta con un total de 107.317 jubilados. Junto con la jubilación, puede llegar la inactividad, el no saber qué hacer con tanto tiempo. Cordópolis ha querido mostrar cómo la edad no influye en el nivel de actividad que distintos cordobeses ya jubilados tienen actualmente, al frente de asociaciones y colectivos.
Pilar Isidro lo tiene muy claro, «la vida se acaba cuando uno quiere». Pilar es presidenta de la Asociación de Ludópatas Asociados Rehabilitados (LAR), pero primero fue, junto a su marido, la fundadora de la asociación debido a que su é sufrió la enfermedad del juego cuando ni siquiera nadie sabía qué le estaba pasando. Pilar y su marido llevan juntos desde que ella tenía 13 años y él 17. Cuando pasaron los 20 años que él estuvo enfermo, fundaron la asociación con la promesa de que «mientras estuviéramos bien, íbamos a seguir ayudando a la gente», cuenta Pilar. Ahora que ella tiene 82 y él 86, sigue al mando de la asociación ayudando a todas las personas que llegan con el mismo problema que azotó a su cónyuge hace años.
Pilar, trabajó durante 30 años en el hospital Reina Sofía como auxiliar, pero lo dejó por ayudar a su marido a salir de la enfermedad y desde que fundaron LAR no lo han dejado. Su marido, que ha sufrido un infarto recientemente, no puede seguir; sin embargo, Pilar asegura que antes de que le ocurriera, «estuvo a diario en la asociación y en la junta directiva». Ahora, es ella quien con sus 82 años, lleva adelante la asociación, gracias también a la labor de los voluntarios ya que si no, «no podría sola», explica.
«Hay jóvenes de 80 años y viejos de 40»
Para Pilar, tener más de 80 años no le supone un problema porque es una persona muy activa, «acabo de venir de un taller en Posadas con mi equipo», detalla. Ahora que sus hijas tienen sus vidas y sus nietos son mayores, cuenta, seguir en la asociación ayudando a todo el que llega le aporta «mucha satisfacción».
La edad para Pilar, sí que es un número, como dice, «hay jóvenes de 80 años y viejos de 40». Lo importante, para ella, es que «la vida se acaba cuando uno quiere» porque «la vejez no la dan los años, sino el espíritu», apunta. Por esto, recomienda a todos los que no encuentran qué hacer después de la jubilación, que «intenten dar vida a su vida», buscando cosas que hacer para seguir creciendo «en beneficio propio y para ayudar a los demás».
29 años sin beber alcohol y 17 años como presidente
Juan Carlos Díaz, llegó a la Asociación Dolmen de ayuda al drogodependiente en Posadas, como usuario enfermo de alcoholismo. Ahora, lleva 29 años sin beber alcohol. Tras su recuperación, continuó como voluntario de esta, y en 2004, al borde de la disolución de la asociación por falta de recursos, según cuenta, fue propuesto presidente para sacara adelante. Desde ese momento, Juan Carlos, ha sido estado al frente de Dolmen.
Con 66 años, es también, vocal en la Federación Provincial Cordobesa de Drogodependencia y Sida, Madinat, donde también llegó a ser secretario. Además, no solo está al cargo de Dolmen, si no que siguió formándose para ayudar mejor a los usuarios, «en 2001 hice el curso de terapeuta para poder dar terapias de adicciones», cuenta.
Estas terapias son las que le dan la vida, «y ver que las personas salen recuperadas de sus adicciones», explica. Esto es algo que le «fortalece mucho». Además, al igual que Pilar, se considera una persona muy activa, desde que se jubiló, tras 38 años como barrendero en el Ayuntamiento de Posadas, no ha dejado de ocupar su vida.
Por esto, concluye que desde la asociación siempre aconsejan «salir a la calle y hablar con gente e informarse porque hay muchas cosas». Antes de pensar en hundirse por sentirse «obsoleto», como decía Alfonso, hay que «buscar» para encontrar lo que realmente les gusta.
Casi 50 años en la mecánica y al frente de 160 socios
Tras 46 años dedicándose a la mecánica, Alfonso Jurado, se encontró de la mano con la jubilación, y para no sentirse «obsoleto», entró en la Asociación de Mayores Hernán Cortés, gracias a su mujer que le puso en contacto con esta. Alfonso cuenta que, entró como socio, porque su mujer, que conocía a una vecina socia de la organización, le insistió en que fuera «para echar una mano». Después, fue Regino, su antiguo presidente, quien le propuso presentarse al puesto, y finalmente, salió elegido. A sus 68 años, Alfonso lleva adelante una asociación de 160 socios, de edades que rondan los 80 años.
En esta, según cuenta, trabaja para que «los últimos años de la vida sean buenos y agradables», por tanto Alfonso es quien se encarga de organizar los distintos viajes que realizan a lo largo del año, una perol que también hacen una vez; o una cena de navidad, como en la que se encuentra inmerso. «Vamos a la asociación dos días a la semana, pero luego esto es un trabajo continuo, cuando estoy en casa tengo la mesa llena de papeles», explica. Además, también se preocupa por saber cómo se encuentran sus socios, «cada 8 o 9 días los llamo para ver cómo están, e interesarme por ellos», indica.
A pesar de que podría ser un socio más, Alfonso ha decidido ser quien se preocupe de sacar adelante la organización. Sin embargo, ahora que va a cumplir los cuatro años de mandato, confiesa que en algún momento se le ha pasado por la cabeza dejar el puesto. «Pero he pensado que si se va a disolver la asociación, sigo para adelante», expone. Además, a pesar del trabajo se siente «a gusto, cómodo y satisfecho por estar con ellos».
Tres ejemplos de que hay cosas por hacer después de la jubilación, de que la vida no se acaba, si no que se amplía y se alarga con la satisfacción, el aprendizaje y los momentos compartidos en esta nueva etapa de la vida.