El 5 de junio de 1981, se diagnosticó el primer caso de Sida y, desde sus inicios, la infección trascendió lo biológico para convertirse en un fenómeno político y social con una alta carga moralizante, discriminatoria y estigmatizante, que culpabilizaba a las personas afectadas. Muestra de ello es que se empezó a denominar peste rosa, cáncer gay o enfermedad de las cuatro haches, en referencia a los homosexuales, heroinómanos, hemofílicos y haitianos.
La historia de estos cuarenta años de pandemia ha estado llena de luces y sombras. Hemos pasado de aquel lamentable slogan de SILENCIO=MUERTE al esperanzador INDETECTABLE=INTRANSMISIBLE; la respuesta al VIH se ha convertido en un catalizador de la conquista de derechos de las minorías sexuales y otras personas excluidas como las usuarias de drogas, las privadas de libertad, las migrantes o en situación de prostitución, y del derecho universal a la salud y al acceso a tratamientos. La respuesta al VIH ha sido, desde sus inicios, una cuestión de derechos humanos.
En estos 40 años, el papel de la sociedad civil ha sido un agente fundamental en la respuesta al VIH sirviendo de ejemplo para muchas otras causas y siendo las personas con el VIH las protagonistas como motores de cambio. Por desgracia, en los últimos tiempos estamos observando el retorno de viejos discursos reaccionarios que atentan contra aquellos derechos que tanto costó alcanzar. Vivimos con preocupación el auge de ideologías machistas, homofóbas, transfóbas y xenófobas, ante las que la sociedad civil NO VA A PERMITIR NI UN PASO ATRÁS.
En estos 40 años, cerca de 80 millones de personas han adquirido VIH y alrededor de 36 millones han fallecido a causa del Sida. En nuestro país, más de 200.000 personas adquirieron el VIH y cerca de 60.000 murieron por causas relacionadas con el Sida. Pese a lo demoledor de estas cifras, los avances en la respuesta al VIH han sido impresionantes. Desde inicios del presente siglo se ha conseguido reducir alrededor de un 50% la cifra de nuevas infecciones y de muertes a nivel global, y en 2020, 27,5 millones de personas en el mundo tenían acceso a tratamientos, frente a los 8 millones que había en 2010.
En España, es necesario seguir trabajando para conseguir alcanzar los objetivos marcados por ONUSIDA para 2025. Estamos bien situados en los tres primeros objetivos con un 87% de personas con el VIH diagnosticadas, de las cuales el 94% están en tratamiento y el 90% tienen la carga viral indetectable (INDETECTABLE es igual a INTRANSMISIBLE), sin embargo, estamos todavía lejos de alcanzar del cuarto 95% referente a la calidad de vida y el objetivo de 0 discriminación.
Además, en la prevención seguimos fallando. Llevamos casi una década con cerca de 4.000 nuevos diagnósticos al año que se ensaña con las poblaciones más vulnerables y una tasa de diagnóstico tardío cercana al 50% . Desde principios de este siglo, el VIH ha afectado especialmente a hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres, pero también ha alcanzado a las personas usuarias de drogas, a población migrante y a las mujeres. Especial relevancia tiene el impacto del VIH en las mujeres transexuales, con una prevalencia superior al 15%; en las personas privadas de libertad, con una prevalencia superior al 5%; y en las personas en riesgo de exclusión social. Además, el incremento constante de las infecciones de transmisión sexual, nos obliga a replantearnos el modelo de atención a la salud sexual dentro de nuestro sistema sanitario, la necesidad de adaptar los recursos y crear servicios accesibles.
No obstante lo anterior, en los tres últimos años se han dado pasos muy importantes en la respuesta frente al VIH. Junto a los avances en la consecución de los objetivos 90-90-90 de ONUSIDA, en 2019 la PrEP se incluyó en el Sistema Nacional de Salud y, pese a las dificultades de la actual crisis sanitaria, esta importante herramienta ya está disponible en todas las CC. AA; seguimos avanzando en la implementación del PACTO SOCIAL POR LA NO DISCRIMINACIÓN Y LA IGUALDAD DE TRATO ASOCIADA AL VIH, habiéndose eliminado la exclusión de las personas con el VIH en el acceso a función pública; y España vuelve a estar presente en los foros internacionales, en este sentido, el Gobierno reafirmó su compromiso de contribuir a la estrategia de ONUSIDA para poner fin a la pandemia como amenaza para la salud pública para el 2030, y alcanzar los cuatro 95% para 2025.
Todos estos logros renuevan nuestro empeño de seguir trabajando codo con codo con las administraciones para avanzar en nuestros objetivos. Y para ello, necesitamos que se nos escuche. Hoy, en la conmemoración del Día Internacional del VIH/SIDA, CESIDA y sus entidades miembro reivindicamos que:
- Tras 40 años de pandemia no podemos permitir que la actual crisis se cebe de nuevo en las personas más vulnerables. Para ello es imprescindible articular un mecanismo de protección social que garantice el acceso a recursos básicos para estas poblaciones.
- Tras 40 años de pandemia demandamos que el proyecto de Ley de medidas para la equidad, universalidad y cohesión del Sistema Nacional de Salud recoja las demandas de la sociedad civil, para conseguir una legislación estatal plenamente inclusiva que reconozca el derecho a la atención sanitaria, en igualdad de condiciones, a todas las personas que viven en España, independientemente de su situación administrativa, su tiempo de residencia o la Comunidad Autónoma donde residan.
- Tras 40 años de pandemia es necesario garantizar el acceso al diagnóstico del VIH y otras ITS a todas las personas que lo necesiten.
- Tras 40 años de pandemia es imprescindible afianzar los logros obtenidos y seguir avanzando en la implementación de las medidas recogidas en el PACTO SOCIAL POR LA NO DISCRIMINACIÓN Y LA IGUALDAD DE TRATO ASOCIADA AL VIH.
- Tras 40 años de pandemia necesitamos más centros públicos sanitarios de diagnóstico de Infecciones de Transmisión Sexual, que los que ya existen no tengan lista de espera y que se apoye el modelo de atención comunitario, posiblemente la mejor estrategia preventiva para reducir de forma drástica las tasas de diagnóstico tardío.
- Tras 40 años de pandemia se debe asegurar el acceso a la PrEP a todas las personas que la necesiten en todo el territorio español, eliminando las listas de espera.
- Tras 40 años de pandemia es necesario hacer efectiva la transferencia de la competencia en sanidad penitenciaria a los servicios de salud autonómicos. Han pasado ya 18 años desde su aprobación legal y aún no se ha realizado.
- Tras 40 años de pandemia tenemos que incorporar los modelos de atención a la cronicidad, ya contemplados por el sistema y requieren una fuerte inversión en recursos humanos y materiales, incorporando experiencias que se han puesto en marcha durante la pandemia, para mejorar la calidad de vida.
- Tras 40 años de pandemia las asociaciones hemos demostrado ser indispensables para articular una respuesta al VIH de forma continuada, apoyando a las poblaciones vulnerables cuando no existían otros recursos, y por ello se debe garantizar nuestra sostenibilidad.
- Tras 40 años de pandemia se debe asegurar una atención socio-sanitaria a las personas con VIH teniendo en cuenta sus singularidades, especialmente las de las mujeres y las personas mayores, los supervihvientes.
- Tras 40 años de pandemia es imprescindible reforzar el liderazgo político y el compromiso económico que garantice la existencia y la sostenibilidad de la respuesta a la infección por VIH mediante recursos humanos y económicos articulados a través del Plan Nacional sobre el sida y sus homólogos autonómicos como organismos coordinadores de las políticas de prevención, asistencia e investigación relacionadas con el VIH y otras ITS.
- Tras 40 años de pandemia es imprescindible reconocer la especialidad de Enfermedades infecciosas para asegurar el relevo generacional de nuestros médicos.
La actual situación de crisis sanitaria seguirá teniendo un impacto económico y social enorme en todo el mundo en los próximos años. Se han logrado avances en tiempo récord para acabar con el COVID-19 y el VIH permanece sin cura y sin vacuna. Por eso, hoy, tras 40 años de pandemia, necesitamos la implicación de todas y todos para que no se produzca un retroceso en la respuesta local, autonómica, estatal e internacional frente al VIH y al SIDA; y trabajar conjuntamente por un mismo fin: conseguir una generación libre de VIH, porque tenemos todas las herramientas para lograrlo.