Entrevista a Juan Francisco Navas, experto en transtornos adictivos del juego y miembro del Consejo Asesor del Ministerio de Consumo
Doctor en Psicología e investigador del programa Juan de la Cierva, trabaja en la Universidad Complutense de Madrid y es miembro del Consejo Asesor de Juego Responsable del Ministerio de Consumo del Gobierno de España. El Ministerio que dirige Alberto Garzón presentó hace un par de semanas la última versión del Real Decreto de Comunicaciones Comerciales de las Actividades del Juego, una norma que pretende regular el complejo mundo de las apuestas deportivas, restringir su publicidad y endurecer sus condiciones. A la espera de su puesta en marcha, que el Gobierno ha anunciado para octubre, este burgalés experto en la materia analiza los problemas derivados de la adicción que pueden llegar a causar los juegos de azar.
¿Cómo surge su interés profesional por las patologías del juego?
Mi primer trabajo como educador social en Burgos tenía como objetivo reducir el consumo de sustancias entre menores. Luego trabajé en Barcelona con exreclusos que tenían problemas con las drogas. Estudié la carrera de Psicología como una forma de desarrollar habilidades necesarias para trabajar en ese campo con mayores garantías, dadas las dificultades que me había encontrado durante mi trabajo en servicios sociales. Empecé investigando problemas con el juego de azar como una forma de entender la adicción. Era 2010 y el juego de azar todavía no se había clasificado como una adicción por las principales agencias internacionales de psiquiatría.
¿Se incrementó como consecuencia de la proliferación de las casas de apuestas en España?
Nosotros ya investigábamos antes este tema, puesto que llevo casi 10 años. En los últimos cinco años el interés por el cambio de perfil de jugador ha ido en aumento. Los perfiles de jugadores clásicos, es decir, de jugadores de tragaperras y bingos, han ido cambiando. Ahora se habla más de jugadores jóvenes con preferencias por juegos de apuestas y póquer. Eso no significa que no siga habiendo de los primeros, que los hay y muchos, si no que las cosas cambian. El auge de internet, la proliferación de casas de apuestas y la legislación todavía vigente en España han creado la situación idónea para este cambio de perfil, para atraer otro segmento de la población.
¿Qué diferencia la reciente moda de las apuestas deportivas de las patologías tradicionales del juego como las loterías o tragaperras?
El potencial adictivo y de generación de daño de las diferentes modalidades de juegos de azar depende de varios parámetros. Por ejemplo, la inmediatez, volatilidad y frecuencia. La primera de ellas se refiere a que no haya una gran demora entre que se apuesta y se conoce el resultado: Son más adictivos los rascas que la lotería, por ejemplo. La volatibilidad tiene que ver con cuánto dinero se puede apostar en cada ocasión. La frecuencia es el tercero de los parámetros importantes, esto es, cada cuanto se puede apostar. Cuanto mayor sea la frecuencia, peor. Las porras clásicas de fútbol y las quinielas apuestan sobre el resultado de los partidos. En las apuestas deportivas actuales se puede apostar en muchas situaciones de un partido. Por ejemplo, a quien sacará el siguiente córner. Este tipo de cuestiones aumenta las oportunidades de apostar y con ello el riesgo de llegar a tener problemas. En las apuestas deportivas, una alta inmediatez, volatilidad y frecuencia son una combinación perfecta para hacer de esta actividad algo problemático muy rápidamente.
¿Qué siente nuestro cerebro cuando jugamos?
Hay dos momentos clave a nivel cerebral en el juego de azar: qué sucede mientras se hace la apuesta y qué sucede cuando se conoce el resultado. Y para explicarlo tenemos que tener en cuenta que los resultados de los juegos de azar son aleatorios. Es decir, que no hay dependencia entre lo que sucedió en una ocasión y la siguiente. Cuando se gana se produce una descarga dopaminérgica puntual e intensa de nuestro sistema cerebral de recompensa, que se suele vivir a nivel subjetivo como euforia o alegría, dependiendo mucho de la cuantía. Ahora bien, al ser resultados aleatorios, mientras se hace la apuesta este sistema cerebral también responde: intenta predecir qué va a suceder, por así decirlo. La incertidumbre del resultado es recompensante en sí misma y hace que nos quedemos pegados. Pero aún hay más: al no poder predecirse nunca qué va a suceder, la descarga dopaminérgica crece exponencialmente. Esto es lo que le confiere al juego su potencial adictivo.
Además hay un tipo peculiar de pérdida en el juego de azar que se conoce como «casi gano». Imagina que necesitas tres campanas para obtener el jackpot de una tragaperras. Obtener dos campanas sería un ensayo de este tipo. A pesar de ser pérdidas objetivas, produce una activación en el sistema cerebral de recompensa similar a la de las ganancias. Y he aquí otra de las trampas del juego de azar. No solo hay ganancias monetarias relativamente infrecuentes sino eventos que producen recompensa cerebral de manera mucho más asidua y «gratis» para el proveedor.
¿Por qué esas sensaciones positivas que producen las apuestas acaban en trastornos adictivos?
Tiene que ver con la aleatoriedad de los resultados. Esto tiene la capacidad para cortocircuitar el sistema cerebral de recompensa y producir que se dé esa mutación afectiva común en las adicciones: se empieza a usar por el placer o porque te ayuda a manejar estados emocionales negativos, como la ansiedad, y se termina usando para evitar las sensaciones negativas que te produce no hacerlo.
¿Son especialmente vulnerables los jóvenes?
Sí. Por un lado, es una época de la vida donde se produce una apertura al mundo que se caracteriza por la exploración. Esto es algo natural. Es decir, se buscan nuevas situaciones. Algunas de ellas pueden ser de especial riesgo, como el consumo de alcohol, el sexo sin protección, conducir ebrio o apostar. Pero además, los menores, adolescentes y jóvenes están en desarrollo, por lo que todavía no tienen todas sus capacidades neurocognitivas pulidas. Por eso, es especialmente importante ayudarles a medir riesgos y evitar la sobreexposición a los mismos.
¿Es más peligroso ir con monedas a las tragaperras del bar o apostar un euro con el móvil?
El pago a través de plataformas online, pagos con tarjeta, cambiar dinero por fichas en los casinos presenciales alteran la percepción subjetiva del dinero y favorece que se gaste con más facilidad y que se lleve peor la contabilidad de lo que se gasta.
¿Cree que las apuestas corrompen los resultados deportivos en competiciones de élite?
Me preocupan algunos estudios que existen en los que se explora cómo ven los niños las apuestas deportivas. Muchos dicen que ven apostar como algo propio del deporte. Desde mi punto de vista, y por los datos que vamos viendo, eso hace que haya más riesgo de que estos niños apuesten. Como no sabemos de antemano quién va a llegar a tener problemas con el juego de azar porque, como he comentado, depende de diversos factores, la verdadera lotería es cuántos de ellos llegarán a tener problemas. Con respecto a la posible corrupción de los valores del deporte, es algo que debemos preguntarnos como sociedad.
¿Cómo dar marcha atrás a algo tan normalizado en los últimos tiempos, que hasta ahora han anunciado presentadores, deportistas e influencers?
La familiaridad, admiración o ejemplo de estas figuras es algo que se usa en el marketing en general. Lo que hay que tener claro es que el juego de azar produce adicción y otros problemas. No es una actividad inocua. Es por eso que restringir el uso de estas estrategias es muy probable que ayude.
Concretamente en Burgos, ¿cómo valora la gran cantidad de locales que se han abierto en menos de un lustro?
Lo veo con preocupación. Una cuestión que no se habla mucho es cómo este tipo de locales afecta al comercio de proximidad. Es un tipo de daño sutil del juego de azar en el tejido comunitario. A más dinero se invierte en juegos de azar, menos dinero se tiene para invertir en otros gastos.: restauración, ropa, espectáculos, productos básicos… Hay que partir de la base de que, a la larga, si se apuesta con frecuencia se pierde dinero. Eso tiene un efecto dominó en la persona que apuesta, su familia, amigos y la comunidad en general. En los próximos años iremos teniendo más datos de cómo esta actividad produce un empobrecimiento mayor que no se palia con los impuestos que se recaudan. En países como Inglaterra o Australia se ha visto que el daño financiero que produce el juego de azar es muy considerable a nivel nacional, no solo individual.
¿Y la decisión reciente del Ayuntamiento de prohibir nuevos locales?
Es un acierto. Limitar el acceso y la oferta es un primer paso para proteger a las personas. Sin embargo, creo que se ha de seguir trabajando en coordinación con todas las administraciones para hacer una legislación centrada en el producto y en la oferta que realmente ayude a que los riesgos del juego se minimicen. Actualmente, la protección se centra en los individuos. Te dicen algo así como «contrólese». No obstante, esta aproximación es una falacia ya que los juegos se diseñan para producir cuantos más episodios de juego mejor y que se gaste más dinero por cada episodio. Hay que hacer una aproximación comprehensiva: persona, producto y oferta, y sociedad.
¿Llega tarde, en un momento en el que el mercado ya estaba colmatado y por tanto no tendrá demasiados resultados prácticos este ‘veto’ institucional?
Eso lo dirán los datos. Tendremos que estar atentos y evaluar el impacto. La base de hacer políticas basadas en evidencia tiene que ver con implementar las acciones que sugieren lo que sabemos hasta ahora y pulir dichas intervenciones para mejorarlas.
¿Tiene un verdadero efecto práctico alejar las casas de apuestas de la entrada de los colegios si en una ciudad como Burgos se puede llegar caminando hasta ellas?
Lo veremos. Sin embargo, es muy posible que si lo tenga. En general, cuanto más fácil sea acceder a oportunidades de jugar, más se tenderá a jugar. Ahora bien, hay que hacer otras intervenciones. Los Ayuntamientos tienen margen para hacer campañas de sensibilización o dotar de recursos a quienes se dedican a tratar y prevenir los problemas con el juego, por ejemplo. Si estas acciones se coordinan con las de otras administraciones, mucho mejor.
En Burgos hay alrededor de 20 locales de juego. ¿Le parece una cifra acorde con la población que tiene la capital burgalesa?
Desconozco cómo están en otras ciudades pero a eso hay que sumarle el «casino» que llevamos todos en el bolsillo y la sobredimensión de la publicidad. El juego de azar está muy presente en nuestras vidas y nuestras ciudades. Todo ello contribuye a que se normalice el juego de azar como una actividad de ocio más. Pero no lo es. Está más cercana al consumo de sustancias como el alcohol o la cocaína que a ir al cine o a hacer deportes de aventura.