Los cordobeses jugaron un 6% más en bingos y tragaperras el año pasado, gastando 158 millones de euros. Es cierto que nuestra provincia está a la cola de Andalucía, solo por delante de Huelva y Jaén, pero también lo es que en Córdoba no hay casinos. Al juego tradicional se suman ahora los 10,6 millones de euros que han movido las apuestas, cuyas casas se han triplicado e instalado en zonas estratégicas, lo que despierta gran inquietud en las asociaciones que trabajan con personas que han traspasado la frontera entre el juego esporádico y la adicción, llegando a la ludopatía. Los datos de la Consejería de Economía no incluyen el juego on-line, cuya publicidad agresiva –la casa 888 ha sido sancionada por un anuncio– está captando a muchos jóvenes, incluso menores. Y es que, según la Asociación Cordobesa de Jugadores en Rehabilitación (Acojer), el 97% de las personas a las que atienden son menores de 30 años. El juego es una actividad autorizada, que deja buenos ingresos al erario público, pero, como el tabaco o el alcohol, crea adicción, origina situaciones desesperadas, alteraciones de conducta y, en los jóvenes, daños que afectan a sus familias y a su futuro. Es preciso que las administraciones vigilen, pongan medios para frenar los casos de ludopatías e impidan esa publicidad que llega a los menores. Y cabe preguntarse cómo personalidades conocidas de la escena o del deporte se prestan a publicitar estas prácticas.