Desde el Colegio El Limonar se ha llegado a mandar una circular a las familias advirtiendo de que el videojuego «dificulta el autocontrol» y genera una «normalización de conductas agresivas» así como «un incremento de problemas de atención»
La circular, -en forma de carta, firmada por la responsable del departamento de orientación del colegio, Isabel María Alonso- llegó a los padres a finales del pasado año. Y su mensaje, desde el mismo encabezamiento, era bien claro: «Llevamos un tiempo observando en nuestro alumnado de Secundaria y del último ciclo de Primaria comportamientos y conductas que nos preocupan y que alarmantemente van cada día en aumento, provocando un deterioro significativo en su rendimiento académico, en su capacidad de autocontrol y en las relaciones con sus iguales. El contacto diario con nuestros estudiantes nos enciende una señal de alarma, un patrón que se repite en la mayoría de los casos y del que sólo una minoría escapa» . ¿El culpable de esta situación? Según el Colegio El Limonar -encargado de distribuir esta misiva entre las familias- tiene nombre propio: Fortnite.
«En estos momentos existe un videojuego que está causando furor en los chicos, el efecto Fortnite está arrasando entre los pequeños y mayores de la casa. Su temática no es especialmente novedosa, pero reúne una combinación de elementos que lo hacen más adictivo. Además, a su fácil acceso se une el impulso que están dando al juego famosos youtubers, ídolos de pequeños y adolescentes, que llevan meses hablando del tema consiguiendo que los pequeños que no juegan se puedan llegar a sentir los raros del grupo», advierte esta experta.
El calado de este mensaje de alarma ha sido tal que la circular del centro ha superado el ámbito interno para dar el salto a muchos otros grupos de Whatsapp de padres de otros colegios malagueños. Las Teresianas es uno de ellos. Desde el AMPA del centro confirman que algunos padres a título personal han reenviado la carta del Limonar vía móvil a sus grupos de clase, lo que constata la inquietud existente por los efectos de este videojuego.
Si estás leyendo esta noticia y tienes hijos mayores de 6 años en casa seguramente ya hayas oído hablar de él o hayas pillado a tu hijo afanándose por imitar sus famosos bailes. Y es que el Fortnite es uno de los videojuegos de moda. Y está hasta en la sopa. No hay patio de colegio donde no esté presente en las conversaciones entre los niños. Desarrollado por Epic Games y People Can Fly fue lanzado al mercado en julio de 2017. ¿El gancho que ha seducido a más de 125 millones de personas en todo el mundo? La posibilidad de que hasta cien jugadores participen en un modo ‘battle royal’ que se ha hecho muy popular sobre todo entre niños y adolescentes. Se conectan a la vez y quedan en algún lugar del mapa del juego para combatir juntos. Los jugadores deben competir para lograr ser el último en sobrevivir en una isla desierta matando a todos los demás. Durante la partida, los participantes recogen armas, construyen estructuras y tratan de evitar la tormenta (storm) que daña a todos quienes estén fuera de una zona segura.
Pero, ¿qué tiene Fortnite para ‘enganchar’ tanto a los menores? Desde el Colegio el Limonar dan la clave a los padres: «La razón por la que los jugadores se multiplican de forma exponencial radica por un lado en su gratuidad y, por otro, en que esté accesible desde distintas plataformas -consolas, PC y dispositivos móviles . Además, su estética es menos sangrienta que la mayoría de los juegos de lucha, con armas menos reales y efectos más propios de dibujos animados. Eso hace que los padres sean menos cautos a la hora de controlar este juego a sus pequeños». «Y aquí estamos ante un primer problema -continúan-: este juego está recomendado para mayores de 12 años, sin embargo sabemos que en nuestro colegio, alumnado de toda Primaria, incluyendo a los más pequeños, con escasos 6 años, están pasando su tiempo de juego con estas herramientas», alerta la orientadora del centro educativo.
Ritmos frenéticos
Mauri González, docente de otro centro que prefiere no citar -dado que aclara que habla a título de su experiencia personal y no como portavoz del colegio- coincide con la valoración de Alonso. «El problema que tiene el Fortnite es que es gratuito y no le supone pues desembolso alguno a los padres (de ahí que se haya popularizado tanto). Además, están accediendo a él niños muy pequeños de 6,7 u 8 años que no tienen capacidad para asimilar y digerir lo que muestra el juego ni sus ritmos frenéticos», sostiene este profesor de Primaria. «Tiene un componente adictivo muy alto que atrapa a los menores y les resta el tiempo que deberían dedicar a otras actividades adecuadas para su edad, como leer o hacer deporte», agrega para acto seguido hacer una matización: «No soy partidario de demonizar los videojuegos, pero siempre deben estar adaptados a la edad de quien juega. Un niño menor de 12 años no tiene que jugar a Fortnite, pero con moderación y siempre que se respete la clasificación muchos de ellos son positivos en la medida en que mejoran la coordinación, los reflejos y hasta la memoria», añade. Es, pues, cuestión de saber elegir el adecuado a cada edad.
Desde la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (AMALAJER) siguen de cerca «con preocupación» la popularización -cada día en aumento- del Fortnite entre los niños más pequeños. Al respecto, su presidente, Francisco Abad, explica que a sus puertas ya han llamado varias familias malagueñas alertadas por la adicción de sus hijos a este videojuego y solicitando tratamiento. «La bajada del rendimiento académico es una de las primeras señales de alarma al igual que el abandono paulatino de sus obligaciones en casa. Cuando aparcan los estudios y disminuyen las salidas con amigos hay que empezar a tomar medidas», subraya Abad, quien afirma suscribir «a pies juntillas» el mensaje difundido en la circular de El Limonar. «Con el Fortnite estamos ante un videojuego muy adictivo ante el que hay que tomar cartas, especialmente entre los menores de 12 años para los que no está recomendado», opina.
Cómo prevenir y detectar una posible adicción
- Controlar el tiempo, pero sin prohibiciones. Sería un error demonizar los videojuegos. Son una forma más de ocio, aunque es importante que no sea la única. Prohibir que los niños tengan consola o dispositivos electrónicos puede tener efectos contraproducentes y sería absurdo en el entorno actual. Por eso lo más recomendable es controlar el tiempo de conexión y de juego con el objetivo de que no interfiera en la vida social, familiar y escolar.
- Límites horarios: ¿cómo establecerlos? La Asociación Pediátrica Americana recomienda que los niños de entre tres y doce años jueguen una o dos horas al día como máximo, sobre todo durante los fines de semana. Entrados en la adolescencia, los límites resultan más complicados de mantener, así que el consejo de psicólogos y trabajadores sociales pasa por consensuar el tiempo de conexión. No sirve desenchufar la consola; es mejor poner normas en cuanto al tiempo de juego y garantizar que se cumplen avisando minutos antes para darles opción a que guarden la partida o la acaben como quieran.
- Vigilar no solo cuánto, sino qué. No basta con pactar un tiempo de juego y desentendernos. Conviene supervisar a qué tipo de contenido acceden los menores. En las carátulas de los videojuegos o en sus fichas técnicas, en caso de adquirirlos de forma ‘online’, figura la edad recomendada de juego. Las consolas pueden ser una forma de ocio familiar. Prueben a jugar juntos alguna vez.
- Síntomas de que hay un problema. Los psicólogos alertan de que «hay que preocuparse cuando detectemos que prefieren jugar antes que estar con sus amigos y muestren cambios de ánimo o mal humor cuando falla la conexión, desajustes horarios, bajada del rendimiento escolar o irascibilidad». Nunca hay que bajar la guardia.
En la misma línea se ha manifestado Álvaro Bilbao, doctor en Psicología de la Salud, neuropsicólogo y colaborador con la Organización Mundial de la Salud: «Las nuevas tecnologías, los videojuegos y estar mirando cosas en Internet continuamente hacen que el niño esté constantemente estimulado y tenga menos oportunidad de ejercer autocontrol, porque todo el control lo lleva la máquina. Si los estímulos a los que está expuesto son muy intensos, muy rápidos, como en los videojuegos, el niño puede perder el interés por cosas que son un poco más lentas o menos intensas, como la maestra, la pizarra, un libro o jugar en la calle con los amigos; el niño se acostumbra a tener estímulos muy rápidos y cuando bajan de velocidad se empieza a aburrir», apunta este experto.
Interactuar con desconocidos
Pérdida de atención… y posibilidad de interactuar con desconocidos en la Red. Es otro de los grandes riesgos de este juego en palabras de Jorge Flores, director de la plataforma Pantallas Amigas (una iniciativa que tiene como misión la promoción del uso seguro y saludable de las nuevas tecnologías): «Cualquiera puede hablar con el menor y los padres, al no relacionar el juego con un chat o red social, no están tan alerta. Ello deja la puerta abierta a que aparezca el ‘grooming’ (término que se utiliza para describir la forma en que algunas personas se acercan a niños y jóvenes para ganar su confianza, crear lazos emocionales y poder abusar de ellos sexualmente)».
Con estas cartas sobre la mesa, desde el colegio El Limonar instan expresamente a las familias a que controlen el uso que hacen sus hijos de este (y otros) videojuego: «Día a día crece la escasa tolerancia a la frustración en nuestro alumnado, la dificultad de autocontrol, la normalización de conductas agresivas, así como los problemas atencionales que están interfiriendo en un correcto desarrollo académico. Por ello, os recomendamos que establezcáis una serie de límites claros con vuestros hijos, que controléis el tiempo de acceso a las pantallas y que conozcáis y superviséis los juegos que utilizan en su tiempo libre», concluye el escrito.