El juego de azar, las apuestas, están prohibidos para los menores de edad, pero en la práctica, niños y adolescentes juegan: un estudio de OCU revela que en ocasiones acceden a locales de juego e incluso pueden apostar.
Aunque la Constitución o la Ley de Menor garantizan la protección de los menores, en la práctica esto no siempre es real… La OCU baraja unos datos muy preocupantes que muestran que los jóvenes son especialmente vulnerables a la adicción al juego.
El número de jóvenes adictos al juego en tratamiento se ha cuadruplicado en pocos años, pasando del 3,8% al 16%.
El 6% de los alumnos de ESO ha apostado alguna vez. Esto es un importante factor de riesgo: una encuesta realizada en 2015 por la Dirección General de Ordenación del Juego, un organismo encargado del control del juego online, concluyó que el 44% de las personas que se iniciaron en el juego con menos de 18 años desarrollaron juego patológico.
Y otro dato igualmente grave: en 2017 se emitieron 2,7 millones de anuncios de juego online frente a 128.000 de 2013.
Entrar en un salón de juegos o apostar de vez en cuando no supone convertirse en ludópata, pero el riesgo de que eso acabe en una adicción al juego es real. De hecho, cuanto más accesible esté el juego y más expuesta se encuentre la persona, mayor es el riesgo de que desarrollar una adicción.
Los hombres presentan mayor riesgo, especialmente si se inician en el juego a una edad temprana y sus rasgos de personalidad lo hacen más vulnerable.
Comprobado: los menores apuestan
Jóvenes, tentados por la publicidad y con la posibilidad de jugar a su alcance… la combinación de todos estos factores puede convertirse en una auténtica bomba de relojería para muchos menores. Porque en teoría no pueden jugar, pero lo hacen.
En la prueba de OCU sobre el terreno dos adolescentes (uno menor y otro de 18 años), visitaron 36 locales de 6 ciudades (6 en cada una): Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia y Zaragoza. El estudio reveló que en 15 locales pudieron entrar menores sin ningún impedimento, y en 6 pudieron incluso apostar (si bien en uno les echaron después de hacerlo). En Madrid y Zaragoza fue donde más trabas encontraron: solo en un local de cada una de estas ciudades no les pidieron identificarse. En Valencia y Bilbao, en cambio, camparon a sus anchas en la mayoría de los locales.
El objetivo de este estudio era realizar una instantánea de lo que puede suceder cualquier día en cualquier ciudad, pero el resultado es preocupante: los menores juegan.
Cuándo hay que alarmarse
Ya sea en adolescentes o en adultos, nos encontramos ante un caso de adicción al juego si:
— El jugador apuesta cada vez más dinero.
— Está irritado si no juega.
— Su mente está ocupada con las apuestas o maquinando cómo conseguir dinero.
— Acude a los demás para que le proporcionen dinero para jugar.
— Apuesta cuando se siente ansioso o deprimido, para dejar de sentirse así.
— Después de perder, vuelve para «recuperar», piensa que volverá a ganar.
— Miente para ocultar su grado de implicación con el juego.
— Ha arriesgado alguna relación importante, un empleo o carrera por el juego.
— Hace esfuerzos por dejar de jugar, pero sin conseguirlo.
Los más jóvenes son especialmente vulnerables, y el juego no es una excepción. Hay presión para apostar, todo se lo ponen fácil… y el resultado es que los menores de edad apuestan.